"(...) fuera de estos fetiches no hay ningún otro objeto en el mundo amoroso. Es un mundo sensualmente pobre, abstracto, deslavado, despojado (...) Del mundo exterior, la única cosa que puedo asociar a mi estado es el color del día, como si 'el tiempo que hace' fuera una dimensión de lo Imaginario (...) En el haikú japonés, el código quiere que haya siempre una palabra que remita al momento del día y del año; es el kigo, la palabra-estación. Del haikú, la notación amorosa conserva el kigo, esa tenue alusión a la lluvia, al atardecer, a la luz, a todo lo que inunda, difunde. (...)"